domingo, 29 de junio de 2014

Un golpe de horno.


Quizá crecer sea aprender a dejar el pan en el horno y no pasmarlo por sacarlo antes de tiempo.

La niebla en la calle te recuerda a una película de terror; desde muy pibe tenés la fantasía de salir con un bate de baseball a reventarle los sesos a los muertos en vida, pero vamos, seamos sinceros ¿De dónde sacarías un bate de baseball en calchaquí y gutierrez? El conurbano no conoce los bates de baseball y ambos sabemos que con una pelota de fútbol no podés hacer mucho.

El barrio está decadente, frío y recién asfaltado, miro la sombra de los palos de luz proyectarse en la vereda hacia un lado y hacia el otro, parpadeo y las cosas cambian, los duplex nuevos se construyen, en el jardín crece el pino que tiene tu edad, pero el pasto de la entrada de casa no, porque seguís jugando a la pelota con tus amigos del barrio y usando de arco el portón.

Me esfuerzo en ser autónomo, sincero y directo, pero al cerrar los ojos solo puedo preguntarme ¿Existen las cumbias tristes?, detrás de la gedencia y la mala yerba debe haber penurias cantadas, expuestas, bailadas. Tantas damas regaladas no pueden hablarnos simplemente de la promiscuidad de nuestros cuerpos. Detrás de todo hay un corazón.

Quizá crecer sea abrir el corazón. O cerrarlo, y empezar a tener miedo.

Por mi cuerpo pasan cortes de pelo y retoques en la barba, mientras que en el barrio se podan los árboles año tras año. sin embargo, volver implica recordar, irse tan atrás con los pensamientos que los carruajes tirados a sangre remiten a los caballeros de la orden dromómana. Escudados, ellos, en sus viseras caras y en esas armaduras deportivas que compraron en la salada.

Siempre te gustó ese circo, pero ahora te quema en las manos el fuego del arma que nunca tuviste. Te quema en las manos mientras te envuelve la niebla y el frío te cala los huesos. Temblás, apretás los dientes para no tiritar, pero ya no sé si es el frío, o el miedo lo que te afecta.      
                                                
No sé si son lágrimas o gritos lo que traducís en emoticones abstractos que no llego a comprender, no sé si es tu grito de ¡GOL! lo que me hace falta pero en el partido que pasaron hoy se definió todo a último momento, por un penal, por una patada baja que nadie vio venir. No quiero que caigas en la humillación de la tarjeta roja que mancha del color de la sangre tu propia armadura villera.

Quizá crecer sea darse cuenta que en el juego se puede perder.

Las murallas protegen tu reino encantado que solo logra visitar la música fuerte y la comida chatarra. No me pidas que no me preocupe si estando tan cerca estás tan lejos. Si a pesar de todo en tus ojos veo la adolescencia haciendo estragos, las hojas del árbol caer y la pelota desinflada en el patio que da a la calle.

Le ruego al glaciar que haga las veces de dique, que pare las aguas que ya están turbulentas. Que enfríen la sangre de los que huyen del fuego. No dejes que el frío te asuste, el invierno también puede ser feliz.Detrás del casco y la cota de malla hay un mundo, con arpías verdes y dragones en motocicleta que solamente le temen al amor.

Te asusta el viento, los gatos en la terraza y el pelotazo en la chapa del techo. Las llamas se apoderan de las esquinas, ya no discernís entre el fuego del dragón y el de los guerreros que intentan abatirlo ¿Por qué nadie entiende al dragón? ¿Por qué nadie deja su armadura y ve más allá del fuego de colores? Quizá sepas algo del fuego que nadie más sabe. Quizá por eso las calles arden y tu cabeza explota dentro de esa armadura que solo se derrumbará cuando las lágrimas caigan.

Quizá crecer sea sacar el pan del horno y dejarlo prendido, tras haber notado que el frío se apoderaba del hogar.